lunes, 29 de enero de 2007

Ópera flotante 2.- La diva


El Palacio de la Ópera flotaba en órbita lenta alrededor de una estrella enana azul. Su movimiento era suave y brillaba espléndidamente. Por dentro era un laberinto de cristal de cuarzo, en unos sitios transparente, en otros pavonado, a veces en placas de color como las vidrieras de una catedral. La gente entraba y caminaba y caminaba como encantada por las bellas salas asombrosas hasta que llegaba la hora de la representación. Entonces pasaban a la gran esfera interior que era el verdadero auditorio.
Benson y Yhanna se adentraron por los pasillos hasta una zona apartada que tenía paredes sencillas de cristales translúcidos sin rectificar y sin teñir. Había una claridad azulada irreal, muy hermosa. Era una zona de servicio para la gente del teatro y los artistas, donde estaban los guardarropas y los camerinos. Pasaban grupitos de jóvenes vestidos de blanco para la función, llevando con ellos sus instrumentos que calentaban las voces, hacían gorgoritos y se reían. Yhanna estaba en su elemento porque ella también era un buen violín solista, y se le escaparon espontaneamente unos trinos alegres. Cogió a Benson de la mano y se unió a los jóvenes, y así atravesaron los corredores azules y entraron en todas las cámaras sin llamar la atención.

—Vamos allí —Yhanna señaló una sala aparte, formada por miles de estalactitas de cristal. Se veían fuegos dorados dentro, lamparillas donde se quemaban bálsamos—. Es un altar de Mut, la diosa de la música, mi diosa. Vamos a encender un voto para pedirle buena suerte.

Unas chicas entraron con recogimiento. Dentro había silencio, sólo crujía el fuego en el círculo de lámparas votivas que rodeaban el pedestal de una pequeña figura femenina de oro en actitud receptiva.

— ¡Ay Mut! ¡Ay madre y amparo mío! —se levantó un murmullo al fondo, una voz muy bonita que se quejaba— ¡Ayúdame y no permitas que el frío me consuma! ¡No dejes que mi garganta se quede inerte, haz que pueda cantar el placer como tú, madre, nos enseñas! ¡Que el fuego me haga arder esta noche y llene de pasión a los que han venido a tu nueva Ópera para honrarte!

— ¡Pero si es PezdePlata, la diva! —se asombró Yhanna oyendo aquellas quejas complicadas.

— ¡Ay, Mut, no me falles hoy! ¡Que vuele yo muy alto! —subió hasta un tono agudísimo y se puso de pie en toda su estatura. Era una mujer gruesa y hermosa con los atributos de su madurez bien dispuestos en un cuerpo que seguía bello. Levantó los brazos al techo de cristales— ¡Que los que quieren mi fracaso se vean ellos fríos y confundidos! —gritó con voz de trueno— ¡Que mi corazón no falle hoy tampoco, Mut, porque lo pongo a tus pies! —y se desplomó de bruces en el suelo dando sollozos melodiosos muy sentidos.

Las servidoras la rodearon con revuelo de sedas ofreciéndole sales, flores, mimos y aire con abanicos de palma.

—¡Genial, es la mejor! —susurró junto a Benson y Yhanna un hombre mayor con una franja dorada en su capa de gala— Antes de la función siempre tiene miedo de fallar y se pone enferma de angustia: suda, tiene palpitaciones, se sofoca, se ahoga, parece que se muere… pero cuando entra en el auditorio y ve a su público se recupera como por milagro y canta como un ángel, como la propia Mut. ¡Y hoy va a estar como nunca!

jueves, 25 de enero de 2007

Declaración de amor

*
*
EN ESPERANTO

*
*
*
En castellano

Sólo dios me parece hombre feliz,
él puede admirarte largamente con amor
frente a ti sentado, a ti escuchándote
hablar con calma,
reír dulcemente. Oh qué golpe en el corazón
cuando te veo un minutito,
se sofoca en mí la voz, la lengua
cojea rígida.
Sólo balbucear, y fuegos delicados
corren vibrando bajo mi piel, yo ardo,
me da vértigo, las orejas me mugen,
la vista se nubla.
Sudor frío sobre mi cuerpo fluye,
un temblor me capta, el rostro está más pálido
que la hierba de otoño, se diría que
en la muerte caigo.

_______________ Safo de Lesbos.

domingo, 21 de enero de 2007

Ópera flotante






Philomaena Benson se extañaba una y mil veces de que una chica exquisita como Yohana pudiera estar haciendo su música en aquella taberna del puerto espacial del planeta Cannas.

Admiraba su figura fría que pasaba entre las mesas saludando a los clientes, rechazando las manos, sonriendo. Le gustaba su cráneo bien afeitado, sus ojazos negros y su sari color noche.

- ¡Yohana, te voy a llevar a la Ópera! -le dijo a la tarde siguiente.

- Me gustaría -sonrió la chica-, pero en esta parte del espacio no hay. Somos la última frontera, somos brutos y nos gusta la música maleducada.

- Han puesto en órbita una Ópera a unos pocos parsecs de aquí, y te aseguro que es lo más nuevo y lo más moderno que flota en el espacio. No puedes estar siempre aquí, Yohana, encerrada en el puerto con los navegantes borrachos, desperdiciando tu música.

Yohana, humildemente, no creía que se estuviera desperdiciando nada pero se marchó corriendo a arreglarse, se puso un sari fino, se perfumó el suave cráneo y volvió con Benson en diez minutos.

- ¡Estás muy bien!

El edificio de la Ópera Flotante se veía desde lejos por su brillo. Parecía una esfera de diamante.

- ¿Cómo lo han hecho? -dijo Yohana, con asombro.

- Han tomado un grumo gigante de plástico termolábil y lo han rebozado con polvo de sílice, como una grandiosa croqueta. La han puesto en órbita y han provocado una reacción química que ha generado mucho calor en el corazón de plástico. Así es como la han expandido. El exterior de sílice se ha fundido también, pero enseguida el frío del espacio lo ha compactado, cristalizado, y ha formado esa costra transparente, esa enorme pompa brillante. ¡Es toda una idea! El interior también es de neocristal: los suelos, los asientos, las paredes...

- ¡Ay! -se agitó Yohana con inquietud- ¿Quieres decir que los techos son transparentes y que los del piso de abajo me pueden ver las plantas de los pies?
Y se marchó corriendo a cubrírselas con henna porque, según la religión de los artistas de música corporal, las sensibles plantas de los pies eran sagradas y no se debían mostrar desnudas.

de Luis Cernuda (enviado por Albor)


Unos cuerpos son como flores, /
Otros como puñales, /
Otros como cintas de agua, /
Pero todos, temprano o tarde, /
Serán quemaduras que en otro cuerpo se agranden, /
Convirtiendo por virtud del fuego, una piedra en un hombre



También de Luis Cernuda (enviado por Albor)

Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida enmedio,
pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición, sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino libertad de estar preso en alguien
Cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
Alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina,
Por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
Y mi cuerpo y mi espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
Como leños perdidos que el mar anega o levanta
Libremente, con la libertad del amor,
La única libertad que me exalta,
La única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:
Si no te conozco, no he vivido;
Si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido

sábado, 20 de enero de 2007

La cobaya es la mascota virtual de Blanca-L


Blanca L. Vigil escribe sobre literatura.

Bienvenidos los amigos.