lunes, 25 de junio de 2007

Ópera flotante 3.- El rey del cacao


Los soldados del general Azumbre dejaron las armas en el guardarropa del Palacio de la Ópera. Uno feo pequeñajo desdentado auténtico cangrejo de plástico, abrió su casco: en la frente no había sesos sino un cañoncito portátil con mira de precisión, carga de guerra y bomba de hidrógeno. Chismecillo letal. El soldado se lo extrajo y lo echó a rodar sobre el mostrador, y se rió tontamente con la e JEEEEE-E-E-EEEJ... La chavala del guardarropa chilló... y él le guiñó un ojo.

¿Dónde escondía la masa encefálica aquel bergante? De fijo que no le servía para pensar pero al menos debería tenerla para poder obedecer las órdenes… Era un misterio.

Azumbre sonreía distraído. Sacaba del cinto unas habas tostadas de cacao, las estrujaba, les quitaba la corteza y las mordisqueaba. ¿Un placer? Tenían que estar muy amargas pero él, simple cacho de carne con tornillos, no lo notaba.

Olía intensamente a chocolate.

De pronto vio a Benson y su ojo metálico brilló con interés. Se acercó.

—¡Usted es el hombre de la piel verde! —sonrió amablemente— El que fabrica oxígeno, como las plantas —inclinó el corpachón y clavó su ojo en él.

Una peste a cacao agrio surgió de sus muelas cariadas y Benson se echó atrás con asco.

—No se asuste, amigo. Sólo le haré una proposición de negocios. Necesito gente como usted, que entienda de vegetales, para cultivar nuestro planeta. ¡Oh, es un paraíso! ¡Lo más bonito de toda la gran galaxia! Hay islas abundantes en la franja tropical con clima suave, vegetación salvaje, animales libres, aguas mansas, mares limpios, playas blancas… Se está de vicio ¡¡¡

La fea cara de Azumbre se puso poética.

—Yo sé que su vida es pura bazofia, joven: se ha vuelto medio planta, le ha dejado la novia y el gobierno le busca para cortarlo en pedacitos para investigación. Usted ha huído y malvive disfrazado de artista, cantando y limpiando suelos en una taberna de un planetucho de tercera.

Extendió su enorme mano con un puñado de habas de cacao.

—Únase a nosotros, ayude a civilizar nuestro planeta, eche una mano con las plantaciones y tendrá usted un pedazo de tierra en el paraíso. Será usted el rey del cacao y todo el mundo le respetará. Yo le respetaré.

Benson tomó un grano y comprobó con sorpresa que estaba muy bueno.

—No más fregar —remachó Azumbre con una sonrisa marrón.

»¡No más fregar! —y el cerebro Benson mordisqueó la grata posibilidad.


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